martes, 11 de octubre de 2011

El ultimo Round. Relato de una pelea.


Para Maximizar la experiencia del lector se recomienda escuchar esta cancion mientras lee. 



Un largo corredor con piso negro y blanco formando figuras aleatorias separaba los cuartos en donde los peleadores se preparaban. La sala era el ring improvisado que permitiría continuar con la función. Rocky 3 acababa de terminar y los contrincantes querían imitar esa gran batalla donde ganaba el que más sufrió, el que más golpes recibió, el que más quería vencer...

Una bata de baño, pantalones cortos y un par extra de calcetines era lo que los peleadores tenían. 

Ding! sonaba la campana! Un enano de 7 años cerraba los puños y se preparaba para el primer combate, metido en su papel miraba desafiante a su rival. En el otro lado de la sala el gigante se reía al verlo prepararse para la embestida, sabía de sus ventajas físicas y mentales; tenía todo para no solo ganar si no humillar al pequeño.

El pequeño empezó el ataque, tiraba un golpe con un calcetín cubriendo el puño izquierdo. El derecho, dibujaba lo que parecía un gancho, ninguno de ellos llegaba a rozar siquiera al objetivo. Trastabillaba con sus brinquitos de izquierda a derecha,  agachaba la cabeza y se escuchaban las risas del público, que no quería ver sangre si no un circo. El más alto utilizaba sus ventajas, no hacia más que seguir esquivando al pequeño, estiraba el brazo para detener su cabeza y  el pequeño frustrado se retorcía y maldecía sus abusos, todos sus ataques eran inertes. Le doblaba facilmente el alcance del brazo y casi le doblaba la edad y también la altura. Era David enfrentando a Goliat, sin onda.

El mayor, cansado del juego de no dejarse alcanzar, por fin rompió la dinámica de burla y empezó a atacar al menudo niño, ahora era el pequeño el abrumado por las cachetadas que venían desde cualquier dirección, no sabia de dónde le salían manos al pulpo que lo golpeaba sin misericordia. Le decía dónde le pegaría para engañarlo, le amagaba con una mano y pegaba libremente con la otra. Era una burla completa, y el niño enfurecido, con sudor que caía al piso perdía el animo para emprender el contraataque.

 "Tengo que pegarle", murmuraba mientras recibía otra derecha y una burla que dolía el orgullo herido de un niño que estaba recibiendo una tunda. "hoy me las tiene que pagar"  pensaba el pequeño mientras se levantaba y cerraba los puños nuevamente para ir al ataque. Tira de nuevo un puño y junto a él recibe dos. Otro intento y volvía a repetir  mientras su cara se ponía roja de cólera.

Cae al piso, encolerizado, se rinde. Lágrimas de frustración y ya no se levanta a pelear. 
De pronto alguien salta del publico como paladín al rescate. Era más alto que el vencedor, y le ganaba en peso. Tomó al gigante por los brazos y después de botarlo y sentarse sobre él grito: "Dale! ahora te toca a vos!". Y los ojos del pequeño ahora brillan de cólera y hambre de sangre, es tiempo de pagar. 

Diezmado, el gigante, sin poder reaccionar más que con amenazas, espera el castigo del que antes era su juguete.  El niño no pierde el tiempo y busca los ojos para puyarlos, rasgarlos mientras los apachaba.. El gigante sentia como los pequeños dedos se clavaban como dagas en sus ojos que ahora lloraban por la presión que recibían;  gritaba, se retorcía del dolor. Mientras el castigador se regordeaba aplicando diferentes golpes y torturas.. "te voy a sacar las pepitas!!!" le gritaba mientras reía maliciosamente...  El castigo se detiene subitamente, voltean para ver qué es lo que está haciendo el vengador. Ahora corre el pequeño hacia otro extremo de la casa, como quien corre frenético cuando se olvida de algo vital.  Éste que regresa ya no es un pequeño, estaba sonriendo mientras corría con su arma secreta.  El ruido que hacía al acercarse era como el que las cabras hacen al caminar, casquitos replicando sobre el piso negro. Eran aquellos molestos zapatos ortopédicos, los zapatos al estilo Frankenstein que le obligaban usar para moldear el arco del pie. Esta era la escopeta de todas las armas que había usado. Un solo golpe infligía mucho dolor aun en las areas defendidas. Por un momento parecía que el gozo de la venganza lo embriagaba tanto que perdía la cordura. Seguía pensando cómo hacer mas daño. Y cuando por fin estaba disfrutando de su venganza llego el punto de no retorno. La pierna o la mano pegaron con más fuerza o quizás fue en el lugar incorrecto.

El gigante se retorció quejándose, la risa que se dibujaba en la cara del niño ahora era una mueca que  pedía perdón. Ahora el silencio y la preocupación llenaban la sala. Hasta el paladin que lo sometía retrocedió y buscaba revisar que todo estuviera bien. 

El pequeño nervioso le repetia que estaba arrepentido.. pedia una tregua, algo que detuviera su castigo. Le torturaban los recuerdos de antiguas peleas.  Como aquella vez que el gigante se sentó en su pecho y se quitó los hediondos calcetines para restregárselos en la cara....

Por fin el dolor del gigante empezaba a disminuir, el pequeño corrió a toda velocidad en dirección contraria, buscaba un lugar fuera del alcance de la venganza...

Empezaba la cacería, y el pequeño logró meterse bajo la cama... Súbitamente un ruido: ding, sonó la campana. Los papas llegaron a casa y la pelea terminó. Por ese día por supuesto.








1 comentario:

  1. Jajaja, hiciste recordarme cuando jugaba a golpes con mis primas. Yo era la más grande (en edad y tamaño) y ellas (como 3) eran hermanas, así que generalmente eran ellas contra mí. Dejamos de hacerlo cuando teníamos entre 13 y 16 años, no sólo porque "no eran juegos para señoritas" sino porque la última vez una de ellas logró tirarme a un sillón y me empezó a pegar con un cuaderno empastado que tenía en la mano. Para evitar que me pegara en la rodilla lancé una patada, por el golpe el cuaderno salió volando, con tan buena suerte que me fue a dar en la cara. Pocos días antes me habían puesto ortodoncia así que mis reflejos aún no reaccionaban a cubrirme la boca, nos dieron una buena regañada porque para poderme ir a lavar tenía que pasar frente a nuestros papás y la sangre era "un poco" evidente.

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